FOMENTAR LA LECTURA EN CASA
"De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación."
Jorge Luis Borges
Aqui, algunos conceptos extraídos de "Leer juntos" del gobierno de Chile. Me pareció muy interesante para compartir con los padres.
La lectura compartida es indudablemente un espacio privilegiado para el desarrollo de la inteligencia emocional. Favorece y genera asimismo un poderoso vínculo afectivo entre padres e hijos, basado en el placer de compartir el proceso de descubrir y develar lo que muestran los libros. En cuanto a los padres, compartir juegos y lecturas da un espacio para recuperar su propia infancia. A través de juegos, canciones y libros se reviven emociones sentidas de pequeños. Todo esto crea fuertes lazos entre padres e hijos, que es de alguna forma una ligazón de inconsciente a inconsciente. Los niños disfrutan de saber qué hacían, leían y a qué jugaban sus padres cuando tenían su edad.
La familia debe funcionar como un equipo en que todos colaboran en el aprendizaje de los otros.
El aprendizaje de la lectura es uno de los objetivos fundamentales en la educación. Hacer lectores competentes forma parte de todas las modificaciones de la calidad de la educación; es uno de los fundamentos de una educación más equitativa. Tener buenos niveles de comprensión de lectura garantiza más acceso a la información, mejores oportunidades educativas, mayor inclusión social y estar en situación de conocer y defender mejor sus derechos.
Una persona que lee nunca está sola. Por el contrario: desarrolla más inteligencia emocional debido a la apertura que la lectura supone a otros mundos emocionales y a los infinitos matices que tiene el comportamiento humano.
Lo que más preguntan los padres Por Mempo Giardinelli
Mis chicos no leen, ¿qué puedo hacer?
Empecemos por decir que si los chicos no leen no es un problema de los chicos, sino de los grandes.
Son los padres, los maestros y bibliotecarios (a quienes se llama “mediadores”) los que deben resolver el problema, y el primer paso para lograrlo es ser conscientes de que la lectura en voz alta es el mejor camino para crear lectores. No hace falta mucho tiempo, ningún esfuerzo excesivo, ningún conocimiento previo. Y tampoco hace falta endilgarse ninguna culpa, porque si ahora en este país no se lee, o se lee poco, es responsabilidad de varias generaciones que dejaron de leer porque nadie les enseñó a leer con placer y libertad, y se acostumbraron a un monstruo cómodo, engañoso y paralizante. Si su propio caso es ése, entonces ahí tiene la explicación a por qué sus hijos tampoco leen. No es un problema de la escuela solamente, no es que “los maestros no les enseñan”. Es que así como usted no lee, no leen los maestros, no leen los obreros y –lo sabemos– ni los gobernantes leen.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Sugiero poner en marcha en casa los sencillos programas de lectura
en voz alta y de lectura libre silenciosa y sostenida.
¿Y si no quieren leer?
Los chicos tampoco quieren comer todo lo que les damos, ni bañarse todos los días, ni lavarse los dientes ni un montón de “ni”. Y sin embargo los educamos, les enseñamos, los dotamos de capacidades para la vida futura. Con la lectura pasa lo mismo: lo que fundamentalmente buscamos es sembrar la semilla del deseo de leer. Queremos que los chicos lean, pero sobre todo queremos que quieran leer. Éste es el objetivo primero y principal de la Pedagogía de la Lectura.
¿Y cómo se hace para que quieran leer?
Es un largo proceso que dura toda la vida, y que empieza, si lo hacemos bien, desde antes de nacer el niño. Para el bebé que se va gestando no hay nada más tranquilizador que escuchar la voz de su mamá. Hay muchísimos estudios al respecto, y cualquier neonatólogo o pediatra sabrá confirmarlo. Asimismo es muy recomendable la lectura en voz alta desde que nacen. Escuchar la voz de mamá, o de papá –y además verlos leyendo una historia, un cuento, una poesía– es tan sano y nutritivo para el bebé como la leche. Porque aunque no entiendan todo lo que se les lee, incorporan la estructura de la narración, palabras nuevas, y cada día amplían el tiempo de atención que pueden sostener.
¿Por qué es tan importante que los padres sean lectores? ¿Y si no lo son?
Hay estudios en el mundo que relacionan el éxito en la vida con lo mucho o poco lectores que fueron los padres de algunas personas exitosas. Dada nuestra realidad social, eso no tiene mucho sentido, pero sí podemos extraer una idea básica que me parece importante: si los padres ya son lectores, sabrán transmitirlo a sus hijos; y si no lo son, seguramente la lectura en voz alta como actividad cotidiana compartida los alimentará a todos a la vez. También en los hogares de menores, en los centros de detención de menores y en todos aquellos lugares donde faltan los padres (lo que es infinitamente peor que tener un padre no lector) de todos modos la lectura en voz alta es un recurso valiosísimo para el desarrollo. Por lo tanto, mi respuesta es que si los padres son lectores es mejor, pero si no lo son no se anula nada. La lectura en voz alta es la oportunidad de empezar juntos.
¿Cuál sería la edad ideal para empezar con la lectura en voz alta?
No hay una regla, pero cuanto antes se empiece, mejor. Y al revés: será más difícil cuanto más tiempo pase y más grandes sean los chicos. Sólo se trata de empezar a hacerlo, libro en mano. Usted lee y el niño escucha. Eso es todo. Pruebe y verá. No falla.
Y además tenga en cuenta dos cosas importantísimas: una es que antes de aprender leyendo, los niños aprenden escuchando. El vocabulario, de hecho, comienza como un fenómeno auditivo. El primer universo de un niño se forma de palabras que escucha. Desde que somos bebés, oímos antes de hablar y de leer. Nos comunicamos con el mundo, y el mundo entra en nosotros, a través del oído. Y la otra cosa es que los niños son fantásticos imitadores, de manera que al leerle en voz alta
usted le estará dando un ejemplo magnifico que él querrá imitar, sin ninguna duda. Haga la prueba y verá que el niño enseguida comenzará a leerles a sus muñecos y animalitos.
¿Qué se busca con la lectura, cuando los niños son tan pequeños?
Nutrirlos, alimentarlos espiritualmente, darles una herramienta fundamental para la vida. Y no se piense que esto es retórica solamente, porque la lectura, a lo largo de los años de crecimiento delniño, les provee por lo menos de: vivacidad, fantasía, misterio, aventura, suspenso, ritmo, humor, desafío y triunfo de valores como Verdad, Justicia, Bondad, Amistad, Amor. La lectura en voz alta sirve para el crecimiento de los niños tanto como la leche, los cereales y las vitaminas. La repetición los
afirma; la poesía los emociona; los descubrimientos les enseñan a enfrentar la soledad, el dolor, el miedo. Y mucho, muchísimo más.
¿Y qué leerles para empezar? ¿Qué tipo de textos convienen?
Empiece con textos sencillos: versos, canciones fáciles, rimas. ¿Y si no comprenden lo que les leo, o tengo la impresión de que “están en otra”? ¿Y si ya son grandes pero me doy cuenta de que tampoco comprenden lo que les leo, y encima se distraen y desatienden la lectura?
Los niños siempre comprenden que la voz de la mamá es dulce, grata y acogedora. Y cuando van creciendo, esa voz y la de quienes lo rodean, y la de sus maestros, son la puerta hacia el mundo. Quizás correspondería subrayar que los niños siempre entienden y siempre se distraen. Podrá ser mucho o poco, desde el punto de vista del adulto, pero siempre algo entienden. Cierta dispersión es inherente a todo proceso de aprendizaje, y sobre todo cuando se está empezando a vivir. Los chicos
saben perfectamente lo que les gusta y lo que no, y eso es lo más importante. No se trata de leerles “para que aprendan”. Tampoco para “entretenerlos” ni para que se queden quietos. Se trata de leer en voz alta, simplemente, y leer porque sí, leer por leer, porque tenemos en la mano una lectura que puede ser interesante y queremos compartirla, lo que es, de paso, el mejor aprendizaje para el deseo de leer. No se trata de “enseñarles” a leer, que de eso se ocupará la escuela, sino de transmitirles nuestras ganas de leer y generar las suyas. Y eso sólo es posible si uno –usted– tiene ganas y dispone
de un texto interesante para compartir.
Es como cuando usted quiere que su hijo coma. ¿Qué es lo primero que hace? Una comida rica, que sabe que a él le gusta. Con la lectura sucede lo mismo: déle una lectura rica que sabe que a él va a gustarle.
Y si acaso él le dice que “eso” no le gusta, ¿usted qué hace? La próxima vez le prepara otro plato, ¿verdad? Bueno, entonces prepárele otra lectura. Y despreocúpese de si “entiende” o no. Ocúpese de leer algo que le guste, a usted y al niño y no algo que "el" entienda.
¿Y si no tengo tiempo de leerles, o me vence la fatiga?
Ésa es una excusa como cualquier otra. También podría decirle que está harto de su trabajo y fatigado para cocinar, lo cual probablemente sea cierto. O que no tiene tiempo para hacer las tareas de la casa, si es que tiene una casa. O que está mortalmente cansado para ayudarlo a hacer los deberes. O que está deprimido, o resentido, o lo que sea, porque no encuentra trabajo o lo explotan o maltratan o simplemente le parece que la vida es injusta con usted... Bueno, en tal caso quizás le resulte más cómodo tirarse en la cama, encender la tele y desear que nadie le hable una palabra más. Allá usted.
Pero si piensa un segundo en todo el tiempo que desperdicia cada día, por ejemplo haciendo zapping inútilmente frente al televisor, o hablando por el celular, o enojándose por todo lo que la vida no le da mientras elucubra acciones que siempre posterga, yo le recuerdo simplemente que para leer en voz alta sólo hacen falta diez minutos de todo ese tiempo inútil.
Ahora bien, es claro que los adultos tenemos derecho a estar cansados. Bueno, ese día, o esa noche, no les lea. Y hágale saber que no le va a leer por esas razones, pero asegúrele que mañana sí lo hará. Y mañana hágalo sin falta.
A todos nos pasa, y en las clases sociales más desacomodadas esto constituye la vida cotidiana misma. No obstante lo cual, todos, de alguna manera, siempre nos sobreponemos a la fatiga y trabajamos, cocinamos, aseamos la casa, ayudamos a los chicos con los deberes y etc., etc., etc.
Puede que seamos víctimas, pero siempre los hijos serán más víctimas que nosotros. O sea que si de excusas se trata, búsquese una velozmente, cierre este libro y no se enterará jamás de lo que se ha perdido. Lo único que le aseguro es que, lamentablemente, va a ver el resultado en sus hijos cuando quizá sea tarde.
Mempo Giardinelli
Autor argentino de novelas, libros de cuentos y ensayos. Escribe regularmente en diarios y revistas de la Argentina, España, Chile y otros países. Su obra ha sido traducida a veinte idiomas y ha recibido numerosos galardones literarios en todo el mundo. Entre ellos el Premio Rómulo Gallegos 1993, considerado el más importante galardón literario de América Latina, por su novela Santo Oficio de la Memoria. Fue maestro titular en la Universidad Iberoamericana (México) y en la Universidad
Nacional de La Plata (Argentina). En 2006 recibió el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Poitiers, Francia.
Preside la Fundación que lleva su nombre, una Organización No Gubernamental sin fines de lucro cuya misión esencial es el fomento de la lectura. Desarrolla su acción a través de un Centro de Estudios y patrocina múltiples programas sociales vinculados a la lectura, entre ellos el de “Abuelas Cuentacuentos”, voluntarios que leen a niños que, en muchos casos, tienen poco o ningún contacto con la literatura.
Para visitar la página: www.mempogiardinelli.com
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