Te sonríes, amigo. ¡Que importa!
Nadie sabe
entregar en las manos lo que se lleva adentro,
pero yo te doy mi alma, ánfora de mieles suaves,
y todo te lo doy... Menos aquel recuerdo...
...
Que en mi heredad vacía aquel amor perdido
es una rosa blanca que se habré en el silencio.
Amigo, llévate lo que tu quieras,
penetra tu mirada en los rincones,
y si así lo deseas, yo te doy mi alma entera,
con sus blancas avenidas y sus canciones.
Amigo, con la tarde haz que se vaya
este inútil y viejo deseo de vencer.
Bebe en mi cántaro si tienes sed.
Amigo, con la tarde haz que se vaya
este deseo mío de que todo el rosal me pertenezca.
Amigo, si tienes hambre come de mi pan.
Todo, mi amigo, lo he hecho para ti.
Todo esto que sin mirar verás en mi estancia desnuda:
todo esto que se eleva por los muros
derechos
-como mi corazón- siempre buscando altura.
Pablo Neruda
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