Un artículo interesante a pocas horas del inicio de un nuevo ciclo lectivo www.encuentroeducativo.com/. (Revista » Recursos de formación)
Nuestro papel en el tratamiento de los conflictos
Los docentes y muy especialmente nosotros los educadores/as de infantil, tenemos la responsabilidad de estar atento a los posibles conflictos que se den en el aula.
Nuestro papel no será el de un maestro/a poseedor de la verdad y árbitro de la moralidad, actuando en situaciones conflictivas con sanciones punitivas, en las que el alumno/a no encuentre relación lógica entre el acto realizado y la sanción impuesta por el docente (“como has pegado a tu compañero, hoy no meriendas”). Por el contrario, nuestro papel en el tratamiento de los conflictos será fundamentalmente, por una parte mediador o facilitador de la regulación autónoma de los conflictos cuando el problema lo tiene el niño/a con otros niños/as y por otra parte, cuando la situación conflictiva se establece con el educador/a debemos adoptar un doble rol, negociador en cuanto implicado y el ya indicado de mediador en cuanto a adulto con responsabilidades educativas con la otra parte del conflicto.
Pero además, hemos de ser unos buenos modelos para nuestros discentes, expresando afecto, a la vez que les aclaramos lo que sucede, hablando con ellos, mostrando paciencia, tranquilidad, tolerancia y al mismo tiempo contundencia y seguridad.
Nuestra acción se torna imprescindible para ayudar a formar, a través de una intervención adecuada tanto en el ámbito de la prevención como de la solución, a seres humanos capaces de reflexionar y asumir una actitud crítica frente a sus propias conductas, pudiendo servirse del conflicto para generar cambios que promuevan su desarrollo personal.
Modo en que resolvemos los conflictos en el aula
Las situaciones que vamos a seguir ante los conflictos podemos resumirlas en dos posiciones: cuando el conflicto aún no ha aparecido y cuando el conflicto ya ha aparecido.
Cuando el conflicto aún no ha aparecido
En este caso se trata de que se produzcan menos situaciones conflictivas o ninguna (casi imposible) en el aula y para ello ponemos en marcha actuaciones preventivas en el aula y con los padres. Entre las actuaciones preventivas en el aula cabe citar las siguientes:
· Generar un ambiente estructurado, seguro, confortable y estable con normas muy claras y explícitas que sean conocidas por todos.
· Usar el refuerzo social positivo.
· Potenciar conocimiento de sí mismo y de los otros.
· Aumentar grado de autonomía personal.
· Evitar críticas y comparaciones.
· Aplicar programas de desarrollo de habilidades sociales: de autorregulación, de prosocialidad…
· Impulsar empatía positiva y el diálogo.
· Desarrollar actividades de cohesión grupal, apoyo y cooperación y ayuda.
· Favorecer procesos de comunicación por medio de actividades sociales.
· Potenciar los lenguajes de la comunicación como vehículos de relación.
· Establecer relaciones afectivas y sociales satisfactorias y aprecio mutuo.
· Enseñarles técnicas para afrontar conflictos sociales constructivamente y no violentamente.
· Construir una moral heterónoma y conductas prosociales.
Y como actuaciones preventivas con los padres proponemos estas otras:
· Comentaremos con los padres las conductas de sus hijos en el aula, haremos referencia tanto a las negativas como a las positivas.
· Les ayudaremos a analizar su actuación con el niño/a, para solventar los fallos que entre ambos podamos observar.
· Les daremos pautas a seguir con el niño/a ante determinadas situaciones. Estas pautas deben estar en consonancia con las que hacemos en el aula.
Cuando el conflicto ya ha aparecido
En este caso se trata de resolver los conflictos de la forma más adecuada posible y justa y para ello podemos seguir dos procedimientos, bien optar por las estrategias alternativas o bien llevar a cabo el proceso de regulación de conflictos.
Entre las estrategias alternativas destacamos las siguientes:
· Reestructurar el entorno.
· Usar el juego como vía cooperativa.
· Utilizar técnicas de dinámica de grupo.
· Dirigir conductas de los niños/as.
· Ayudar a los niños/as a negociar.
· Ofrecer opciones.
· Sanciones y disciplinas como medidas excepcionales y no sistemáticas. Las sanciones no deben ser coactivas, ni autoritarias, ni impositivas sino dialogadas, que exista lógica entre acto y sanción, que ayuden a comprender y a asumir consecuencias de sus actos, que estimulen a que repare el daño causado y compensar a la persona dañada.
En cuanto a la regulación de conflictos, es un proceso que consta de cinco fases:
1. Parar y calmarse.
Si es necesario realizar ejercicios de relajación.
2. Identificar el problema.
Formulamos estas preguntas: ¿qué ha pasado?, ¿quién ha intervenido?, ¿por qué?, ¿qué pasó antes?…
3. Generar soluciones.
Podemos preguntar ¿qué podemos hacer?
4. Evaluar las soluciones.
¿qué decidimos?
5. Plantear la puesta en práctica.
¿cómo se va a hacer?
A modo de conclusión decir que los conflictos no hay que considerarlos como conductas deplorables que deben ser erradicados de cualquier modo, sino como experiencia de aprendizaje social y moral. De hecho, PIAGET sostiene que “el conflicto social y la discusión facilitan el crecimiento cognitivo y la habilidad para poner el yo en el lugar del otro”.
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